Y Todo a Media Luz...


La noche del miércoles fue de liberación, después de la prueba de Derecho Penal, en la que no me fue muy bien a decir verdad, un grupo de compañeros y yo fuimos al boliche de la esquina a beber dos cervezas que pronto se convirtieron el seis. La música era buena, Hip-Hop, George Michael, Queen, rock clásico de los 80 y pop de los 90. Entre la conversación, la risa y las bromas se nos fue una cajetilla y media de cigarrillos. Me fui a mi casa como un soldado con la sensación de la misión cumplida. Había llegado con éxito y sin un colapso nervioso al final de otro día más. Quizás a raíz de las tensiones acumuladas o que se yo, decidí descansar la noche del jueves, idea que duro solo hasta que el Teniente Arriagada y Amaya, cuando daban casi las 17:00 hrs., me preguntaron a coro:

_ ¿Y…? ¿Qué vamos a hacer?

Ese jueves había sido agitado, unos documentos extraviados que terminaron apareciendo en mi escritorio habían acabado por hacerme perder la cabeza, la paciencia y el ánimo.

_Nada, yo me voy a mi casa.

_Pero como te vas a ir. Vamos a un local que conozco…

Solo tardaron unos segundos en convencerme. En realidad no querría estar solo ni pensar en mis problemas, necesitaba una distracción, además, la tarde estaba tibia y demasiado hermosa como para ir a encerrarme.

Caminamos por el paseo Huérfanos, bajamos por Ahumada y llegamos a “Las Terrazas del Eurocentro” a muy buena hora, eran las 17:30 y acababa de empezar el “Happy Hours”.

Dos Tequila Margarita, uno para Amaya y otro para mi y un Vodka Tónica para Arriagada abrieron la ronda. Al cabo de un momento, las preocupaciones se habían esfumado y entre el picadillo, los tragos y la conversa se nos paso la hora. A las 19:30 hrs. ya llevábamos, Amaya y yo, los tequilas antes mencionados y dos Vodka cada uno mientras Arraigada terminaba su cuarto Vodka de la noche.

_ Ya, yo me tengo que ir, Verónica (, la novia de Arriagada,) me esta esperando.

_ ¿Y ahora?_Vamos a mi casa Amaya, me queda media botella de Pisco Sour.

_Ya pues, vamos.

Arriagada pago la cuenta, luego de una broma de Amaya respecto a que nunca nos invitaba. Bajamos las escaleras mecánicas y en la entrada del metro nos separamos. Arraigada a tomar un bus hacia Maipú y nosotros dos con destino, vía metro, a mi departamento.

Al llegar, el departamento estaba vacío y caluroso, abrimos el ventanal, nos sentamos en el suelo del balcón sobre unos cocines y con vista hacia la calle, nos bebimos el Pisco Sour que quedaba, pero se nos hizo poco.

_Amaya, ¿Vamos por el otro?

_Bueno, y aprovecha de traer cigarros.

Baje corriendo los tres pisos de mi edificio y entre a la licorería que estaba al lado. Cuando llegue arriba nuevamente, Amaya se había apoderado de la música y viejos tangos de Libertad Lamarque sonaban en el reproductor. Entre, me estiro la mano y bailamos al ritmo de un “y todo a media luz…”, luego de dar algunas vueltas, entre risas nos detuvimos y nos ubicamos nuevamente en el balcón, con el equipo a todo lo que daba y cantando a voz en cuello mientras los cigarrillos se consumían en nuestros dedos. El tango tiene algo de mágico, me recuerda algo del glamour perdido, de los aires de conquista, de la galantería que hoy por hoy esta en retirada y a mis abuelos, durante mi infancia, bailando en los enormes pasillos de la casa.

En un brindis demasiado fuerte rompimos las copas, pero nada importaba, solo cantar y reír. Nos levantamos del bacón para limpiar, además, ya empezaba a refrescar y el disco de tangos había terminado.

_ ¿Puedo poner música? Pregunto Amaya.

_Claro, estas en tu casa.

Busco entre viejos discos y, pueden creerlo, Paloma San Basilio comenzó a cantar: “Juntos, un día entre dos, parece mucho mas que un día…”

_ ¡Ese podría ser nuestro tema!

_Si, podría ser…


No recuerdo más…

Solo se que de pronto me di una vuelta en la cama y Amaya estaba a mi lado.

Abrí los ojos con dificultad, estaba oscuro.

_Amaya, Amaya…

Amaya se retorció y abrió los ojos.

_¿Qué?...

_ ¿Que hora es?

_MIERDA ¡Son las 5 de la mañana!

_ ¡Ricardo te va a matar….!

Saltamos de la cama, Amaya busco sus zapatos. Ninguno sabía como diablos habíamos llegado a mi dormitorio, pero ya no importaba.

Yo trataba de inventar una buena excusa para que su novio no la matara por no llegar a dormir esa noche, Amaya en cambio estallo en un ataque de risa al pensar en la cara de Ricardo y meditar lo ridículo de la situación.

_Voy a tener que decirle que eres gay.

_ Dile, me da lo mismo.

Bajamos del departamento, llegamos a la esquina y Amaya se perdió en un taxi que afortunadamente pasaba por ahí, yo me quede parado viendo como se alejaba. Eran algo más de las 5:00 de la mañana, los pájaros comenzaban a cantar y el sol tímidamente comenzaba a iluminar los picos de la cordillera. Santiago aun estaba descansando y yo silbaba camino a casa esperando poder dormir un poco más antes de tener que levantarme a trabajar…




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