Viernes por la tarde



Viernes, 17:00hrs. Suena el teléfono en la oficina:

_Alo?

_Alo,Mauro? (Al otro lado de la línea una voz de femme fatale me hablaba).

_Señorita Amaya. ¿Como esta?

_Bien, oye, ¿que vas a hacer hoy?

_Nada. Tengo clases y mañana trabajo.

_ ¿Y a que hora es tu clase?

_A las siete.

_Ah, entonces juntémonos un rato, te parece, estoy en el centro, en Huérfanos con Bandera.

_OK. Esperame, salgo y te veo.

Cerré mi escritorio, tome mi bolso y salí. Ya en la esquina, como siempre, Amaya venia retrazada. La busco con la mirada y de repente aparece, crespa, sonriente, con la barriga al aire y bamboleándose paso a paso.

Me abraza y besa en la mejilla como si hace siglos no me viera y ha pasado solo una semana.

_Y Danny (Un colega y amigo mutuo).

_Tenia que hacer. Marcelo se titulo y su secretaría le estaba celebrando.

De pronto, como si nada, empieza a caminar calle abajo por Bandera y con gestos huracanados me da el itinerario de su día, juega con su pelo y gesticula con las manos mientras su boca no para. Que el doctor (o doctores), las píldoras, que el pololo, que su vida de geisha, que sus juergas y amigos. Yo solo la escucho y sonrío. Amaya es de esas personas que te llena de energía. Hace una pausa… Y empieza otra vez, esta vez con el interrogatorio: que mi familia, que el trabajo, que los estudios, que mi vida… y la conversación se hace fluida.

El día esta maravilloso, el sol en lo alto, la brisa tibia, murmullos de vehículos y los fragmentos de conversaciones ajenas que rebotaban en nuestros oídos, carnavales de colores y formas frente a nuestros ojos, artistas callejeros, campañas pro-animales, recolecciones de firma de apoyo político, por acá un poeta, por allá un predicador y varios cantantes. Y ahí estábamos, parados en el corazón de Santiago.

De pronto, una idea.

_ ¿Conoces la “Casa Naranja”?

_ ¿No nunca he ido?

_ Los happy hours ahí son geniales.

_Vamos entonces. Hizo un gesto con la boca y con paso seguro nos dirigimos a destino. Bordeamos el cerro Santa Lucia, atravesamos los cafés del Barrio Bellas Artes, el Museo de Bellas Artes y el de Arte Contemporáneo. Cruzamos por el Parque Forestal, el Monumento a los Bomberos y habíamos llegado. Estábamos frente a “La Casa Naranja”. Para esa altura, la brisa ya era fresca y la idea de ir a clases un lejano recuerdo...

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