Cuando Dios te cierra una puerta te abre una ventana o no hay mal que dure 100 años ni tonto que lo resista.


Aun no tengo claro que fue lo que paso, repaso mi rutina del jueves mecánicamente y todo ocurrió más o menos igual que todos los días. Hasta que saturado de trabajo, decidí darme licencia y bloggear. Como mis sospechosas de siempre no habían incorporado nuevo repertorio, me dedique entonces a saltar a sus favoritos y a los favoritos de sus favoritos. Así me la lleve varios minutos hasta que me atrapo Eduardo. Leerlo fue casi como compartir un secreto o meterme en una conversación a la que no estaba invitado. Lo leí y texto a texto, letra a letra abría una grieta en mi coraza y de pronto, fue como abrir una represa saturada de agua y no pude hacer más que dejar salir todo.
Lo de ayer fue una pataleta, una vomitadilla de sentimientos y sentires que generalmente tengo entrampados en algún rincón profundo de mí y que distraigo de juerga en juerga, de copa en copa o de cama en cama.
¿Que fue lo que paso? Que con el tiempo me he vuelto esclavo de mi imagen. Han oído eso de “Crea fama y échate a dormir”, pues yo lo vivo, y resulta que al parrandero se le movió el piso y el resbalón y costalazo fueron de proporciones.
Aun así sirvió. Fue un desahogo, pues hoy ya me siento más liviano, y ademas fue una grata sorpresa. Pues, por un lado, esa tarde Danny y yo, unas copas de por medio, hablamos de la vida y luego, cuando todos llegaron y el licor corrió, la chachara y las risas me terminaron de alegrar la noche. Como si fuera poco, esta mañana al hacer mi recorrido habitual, encontré en Guanajuato lindas palabras para mí y una flor con mi nombre y en mi casa caricias aladas y perlado apoyo.
Hoy mi vida y yo hemos retomado el curso y encontrado el norte, lo cual no es gran cosa, pues el descubrimiento verdadero a sido darme cuenta que mis velas son mas fuertes de lo que creí, que las tempestades me ladean, pero no me tumban y que las corrientes que me llevan a destino están constituidas por mi familia, amigos y seres queridos, sean virtuales o no.
Los años me han dado cosas que agradezco: Aprender a aceptar ayuda, es una de ellas.

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