El departamento


La idea de tener un espacio propio, aunque sea solo arrendado, (comprar en estos momentos escapa completamente de mis posibilidades,) toma cada vez mas fuerza en mi cabeza.
Un departamentito, algo pequeño, no muy grande ni ostentoso, no se si por conformismo, falta de ambición o en la búsqueda de ese lugar acogedor y calido donde cobijarme y no de la foto de revista de decoración en 3D en la que algunos viven. Con muebles sencillos que tengo escogidos desde hace años, sin chicharaches ni adornos excesivos, solo unos libros en los libreros, un mantel escoses sobre la mesa, unas flores en el comedor y uno que otro toquecito por aquí y por allá que le impriman mi sello personal y hogareño.
Un hogar, con Malvas rojas, (Cardenales creo que les llaman acá,) en el balcón. Por ahí, apoyada en la pared del mismo, una pequeña Madreselva, una matita de ruda, para evitar la envidia y el mal de ojos por alla, y Rallitos de sol rosados en el verano.
Un espacio con cortinas de tul en el ventanal, para que deje pasar la luz durante el invierno y que pueda ver juguetear con el viento durante el verano; y con cortinas gruesas en el dormitorio para conseguir ese sueño profundo y reparador.
La misma cama, un nuevo colchón, (Dios sabe que lo necesito,) y un plumón grande e inmenso que me mantenga tibio de marzo a septiembre.
Una cocina pequeña pero cómoda, con todo a la mano y a mi alcance y un cajón para esas recetas que hace tanto tiempo no preparo, y durante los meses fríos, el olor de la canela, la vainilla y el limón inundándolo todo desde el horno, en forma de tortas, brazos de reina y kuchen. Algunas noches a la semana, los platos que hoy duermen al fondo de mi closet, cobraran vida y se llenaran para atender a los amigos y de cuando en vez, mis hermanos y familia me visitaran y compartiremos una tasa de te mirando desde las alturas a los transeúntes caminar apurando el tranco por las atochadas calles de Santiago.
Las alacenas ordenadas y nunca, nunca, nunca loza sucia en el lavaplatos y tal vez, solo tal vez, un perrito siguiéndome los pasos ansioso de llamar mi atención, mientras yo, creo en mi espacio una burbuja impermeable y atemporal.
Hace tiempo no soñaba con algo, pero hoy ya tengo con que soñar.



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