Carta a mi primo Andres.

(En la foto, mi primo Andres y yo)
Hace un rato estuve revisando fotos tuyas y de los niños, mis hermanos y los tuyos, y me acorde de tantas cosas de cuando éramos niños chicos, siempre con mi tía atrás, con la enceradora en una mano haciendo aseo en el piso del pasillo, con un turbante hecho de toalla en la cabeza y con una espada láser en la otra mano pidiendo auxilio para que la rescatáramos del archienemigo de turno.
Te acuerdas de las quedadas a dormir en tu casa o en la mía en la época en que éramos inseparables, antes que la pubertad te alcanzara y me dejara a mi atrás, con mis juegos de niño mientras a ti la música te tironeaba del otro lado. Pensar que de eso han pasado cerca de 25 años...
Y después nos distanciamos tanto, que el tiempo, que las obligaciones, que nuestra propias vidas, nuestros propios amigos, nuestros propios mundos, una lastima, una pena cuando pienso en esos sentimientos que se fueron disolviendo en el tiempo y en esa conexión que se rompió, esa complicidad que ya no esta y que nos hacia apoyarnos uno en otro, por suerte el Pablo, el Moncho y el Marco aun llevan ese lazo a cuestas consigo sin intenciones de romperlo.
Quizás si yo no me hubiera sentido tan abandonado cuando cambiaste los legos por la guitarra, si no hubiese sido yo tan remilgado… Pero todo pasa por algo ¿No? A mí mismo unos años mas tarde me toco hacer lo propio con tus hermanos y el mío, cuando los juegos en el patio de “la mami” ya no me importaban tanto como la tele.
Ahora que recuerdo y veo las cosas con ojos de grande me dan risa, pero que importante era cada pequeño drama en ese tiempo y que infancia mas linda tuvimos siendo niños tan lindos, tan amigos, tan queridos por todos, habitando mundos tan mágicos, tan llenos de baúles y de cachureos reciclados que transformábamos en naves espaciales, robot, cuarteles secretos o ligas de la justicia, ¿Te acuerdas?
Pucha primo, nuestros mundos ahora no son tan maravillosos como antaño, y tal vez siguen caminos separados que solo Dios sabe si algún día se van a volver a juntar, pero creo que no hablo solo por mi cuando digo que aun dentro llevamos un poco de ese realismo mágico que nos envolvía en la niñez y que nos hacia creer que ese asqueroso trozo de betarraga solitario en el plato extrañaba a sus hermanitos que ya estaban en nuestros estómagos y que nos hacían mas fuertes conforme bajaban felices por el resbalin de nuestros cuellos empujados por la cuchara hábil de tu mama que nos introducía en la boca entre historias tontas que no creíamos, pero que nos encantaba escuchar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Blanca Navidad llega…

Berta

“Orgasmo” o “Fragmento de una conversación picara”