La Higuera

Hace mucho tiempo, sentado en mi pupitre de segundo o tercero básico, en una hora en la que no había nada que hacer, seguramente por que la tía Violeta había castigado nuevamente a todo el curso por algo en lo que yo no tenia nada que ver, abrí mi libro Santillana y comencé a recorrer paginas al azar, hasta que llegue a “La Higuera”, de Juana de Ibarbourou, al leerlo una sensación extraña y familiar me recorrió y sentí que la higuera del poema reflejaba a mi ser todo en ese momento y que la niña, la hablante lírica, podía ser cualquiera de esas personas que delante de “la tia Blanca” se acercaban en la escuelita rural de “La Cantera”, y me llenaban de halagos vacíos solo por que yo era “El hijo de la profesora” y que después, estando yo sin mi mama al lado, me ignoraban sin mas ni mas, dejándome relegado a la soledad del fondo del patio hasta que llegaba el tío Pololo, el auxiliar de la escuela, que en ese tiempo debe haber tenido cerca de 65 años, que por cosas de azar, era tío de mi abuelita, lo que lo convertía en mi tío bisabuelo y que con su gorro de lana sucio y su chaqueta de mezclilla azul, me tomaba de la mano y me llevaba a la cocina, donde la abuelita Elsa, me daba una tasa de te, una paila de huevos, pan para sopiar, me contaba de sus cosas, y me hacían cómplice de su ficticio romance secreto que alegraba mis mañanas.
Anoche, parado en una esquina de Santa Filomena, mientras me atoraba con la primera de las tres vienesas italianas que termine comiéndome escuchando al Sigi al otro lado del teléfono, hablándome como el cree que nunca lo hace, pero como yo siempre lo escucho hablarme, mis ojos se vidriaron, por que aunque probablemente el Sigi nunca va a saber la dulzura tan onda que hizo nido en mi alma con sus palabras, anoche, gracias a el, puede sentirme nuevamente como la higuera cuando le cuenta al viento: “Hoy a mi me dijeron hermosa”…



"LA HIGUERA"
Juana de Ibarbourou
Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos:
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se visten...
Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
-Es la higuera el más bello
de los árboles en el huerto.
Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!
Y tal vez a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo, le cuente:
-Hoy a mi me dijeron hermosa.

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