"La despedida" o "Cerrando Circulos"

Hace ya tiempo venia pensando que las cosas no podían seguir así, que había que ponerles un alto, que tenia que enfrentar la duda y mirar de frente eso que había evitado desde hace tanto.
El sueño que tuve hace un tiempo me había aleonado y estaba dispuesto, luego de hacer algunas averiguaciones con Claudio respecto de la prudencia de arribar por allá de golpe y porrazo, a pararme frente a Ricardo y cerrar el circulo, ese circulo que no me permitía avanzar, que ha limitado todas mis relaciones pasadas, presentes y futuras y que ha dejado en mi huellas tan indelebles.
Bueno, resulta que tal viaje no fue necesario, ya que el domingo, de la nada, Ricardo al otro lado del teléfono, me anunciaba que venia camino a Santiago con su mamá, que esta enferma, que tenia que hacerse unos exámenes y que se iva a quedar cerca de mi casa, ademas, me pregunta que como estoy de tiempo y que si me gustaría verlo. Ante eso yo respondo alegre y sin atisbo de duda con un si tan fuerte y seguro que de paso elimina cualquier temor probable que Ricardo pudiera guardar.
La cita fue en la plaza Brasil, un territorio neutral, pero como, impaciente, no pude esperar tranquilo, me fui caminando poco a poco a su encuentro, hasta que divise esa silueta tan conocida en otro tiempo, que se acercaba con su típico vaivén. No puede disimular mi infantil alegría, así como tampoco él su nerviosismo, lo abrase fuerte y olí nuevamente ese aroma a arrumaco de los domingos que tanto me gustaba y fuimos a comer algo por ahí cerca. Entramos nos sentamos y hablamos y hablamos y hablamos y entre arroz chaufan, lagrimas, carne mongoliana, suspiros, wantanes y muchas risas, borramos paginas de amarguras y reescribimos nuestra historia sin dolor ni sufrimientos.
Me deseo felicidad, yo le desee alegrías y risas en su vida y llegamos juntos a lo conclusión que lo nuestro había sido lo mas lindo, grande e importante de nuestras vidas, pero que ya había sido y que era mejor dejar las cosas así. Luego de la despedida, cuando se alejo en ese adiós que quisimos retrazar, fue que entendí que el tiempo todo lo cura.
No puedo expresar lo tranquilizador que fue para mi ver ese rostro fijamente sin la pasión de los primeros días, el amor de los meses que le siguieron, el reproche de la convivencia desgastada, el rencor de falta de compromiso, el dolor de la tortuosa ruptura, ni la angustia de los reencuentros, sino con paz y una ternura mas grande de la que recuerdo haber sentido nunca por nadie, por que después de todo, Ricardo es y será el hombre de mi vida, el primero que me amo tal y como soy, el que, para bien o para mal, mas me marco, y eso, ni el ni yo lo podemos cambiar.
Nos hemos visto un par de veces desde ahí, se vuelve el jueves a Puerto Varas, su mama esta bien y el y yo continuamos cada uno con su camino…

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