La belleza de vivir solo.


Con el cambio de casa, mi desesperación por encontrar pareja desapareció, en parte por que me siento mas cómodo; en parte por que comparto mi casa con tres solteros (Jessica, Alan y Sergio), aunque ninguno fanático; o quizá por que ya no veo a Donkan y Edu montando la comedia de la vida en pareja con sus altos y sus bajos. Como sea he aprendido a valorar aun mas esos gratos momentos de soledad autoinducida.

No hay como poseer autoridad absoluta sobre el control remoto y tener la posibilidad de decidir, decidir quedarte en cama todo el fin de semana, decidir no bañarte en todo el día, decidir levantarte a las once y media de la noche e irte de juerga pasada la medianoche o de comer lo que tienes ganas de comer cuando lo quieres comer.

El otro día, iba pasando por fuera de “las vacas gordas” y el aroma me tentó, entre a comer solo y de verdad lo disfrute, así como disfruto ir al cine solo y evitarme pasar la película entera explicando a el o la del lado que fue lo que paso en la pantalla. Ha llegado un punto en que mis añoradas caminatas de la tarde las disfruto en soledad, una soledad alegre que me nutre de las escenas callejeras que recojo a lo largo del paseo huérfanos o en la plaza Brasil.

¿Será que el ser humano es, como dicen, animal de costumbre? Si es así, pues este animal se mata de la risa de su suerte a un punto en que ya hasta se me hace grata la idea de pasar de soltero a solteron, horizonte al que me encamino al paso que voy y que no me perturba en lo mas mínimo a estas alturas, pues, por un lado, con el tiempo me estoy volviendo algo mañoso y celoso de mi espacio y por el otro, en vista de lo que ha resultado ser la soltería para mi, la prolongación de esta n9o puede ser tan mala…

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