Registro Escrito.

¿Si lo tuviera en frente que le diría? Que mi velador se ve vacío sin las flores que solía traerme, que cada noche enciendo la vela verde que me regalo y que ya compre el repuesto para cuando esta se consuma, con el afán de no romper mi promesa de mantener en mi habitación siempre una que encender. Que ahora rabeo solo a falta de con quien hacerlo, pero que mis momentos de paz son los más plenos. Que la cama se me hace grande cuando veo mis películas viejas y que ya no me dan tantas ganas de cocinar. Que mi habitación se ve más ordenada, que he logrado por fin dormir más. Que aunque no lo extraño, siempre lo recuerdo. Que siento que es casi un miembro de la familia más. Que me lleno la cabeza de sueños nuevamente y que algunos incluso han logrado sobrevivirle y es mas, que tal vez se concreten (al menos en mis sueños, soñar es gratis dicen.) Que desde que colgué el “atrapasueños” que me regalo en la cabecera, tengo muchas mas pesadillas, pero que extrañamente, han tenido en mi...

Cuando mire las fotos de ese cumpleaños y los vi sonrientes, engelados y con sus poses tan posadas y repetidas una y otra vez, al punto que podría cambiar el fondo innumerables veces y al final seria la misma foto, no pude evitar imaginar la voz de Héctor que me decía; “¿Esa gente que te entrega?” Al instante un “NADA” enorme, rotundo y categórico resonaba en mi cabeza como respuesta. Aun así, al recibir el llamado de Cristina para invitarme a tomar unas copas en el “Vox Populi” acepte. Al fin y al cabo, me dije, debo reconocer que es gente que directamente nunca me hizo daño, o tal vez no lo vi por mi constante actitud de mono sabio de no ver el mal, no hablar el mal, no oír el mal, pero a fin de cuentas, con una vida tan rutinaria como la mía y con la firme voluntad afianzada desde hace unos días de ampliar mi circulo, acepte con un “SI” que hasta a mi me sorprendió, a tal punto que al minuto de colgar ya quería desdecirme de lo dicho. Pensé en dar alguna excusa tonta de ultima h...

El otro día, saliendo del trabajo tuve llamar a Francisco, como mi móvil no tenia minutos, en la estación de metro me acerque a un teléfono público y extraje de mi bolsillo mi celular con el fin de buscar el número que necesitaba marcar. Mientras hablaba con Francisco, mis ojos juguetearon libremente por la estación. Las cajas, el guardia, el publico, los basureros y de pronto, justo al lado del teléfono desde el que llamaba, el contenedor puesto por las empresa CLARO con el fin de “reciclar celulares dados de baja y ayudar al medio ambiente” Cual no seria mi sorpresa al ver que todos y cada uno de los aparatos donados o botados, como se quiera decir, eran mejores que el mío, que con su carcasa desteñida y si protector de pantalla roto parecía burlarse de mi desde mi mano. Esto no hubiese pasado de ser un hecho anecdótico de no ser por que el 20 de septiembre, de viaje en Coquimbo por las fiestas patrias, al bajar de un colectivo, encontré un celular nuevo, negro, sin mensajes, fot...

Que me haya emborrachado el viernes no es el problema, no es todo el problema al menos. Como le decía ayer a Sijifredo, cuando el, burlonamente, me reproducía algunos de los borrados episodios de esa noche, diciéndome luego que no era nada del otro mundo y que a quien no le había pasado, el problema es que esto me pasó justo ahora. Es cierto, había terminado con Héctor hace mas de una semana y “técnicamente” no volví cornudo a nadie, puesto que a nadie le debía explicaciones de mi actuar y hacer, pero no deja de dejarme un mal sabor de boca, aun peor que el de la bilis que deposite en el baño de mi casa arrodillado frente al lavado, el que tontamente creí que el alcoholismo para mi era un capitulo cerrado. Ahora entiendo cuando dicen que el alcoholismo es una enfermedad, y que aquel que adquiere la calificación de alcohólico una vez, aunque Luego, por el resto de su vida, no vuelva a probar una gota de alcohol, sigue adherido a ella como una piedra alrededor del cuello, como lo har...

¿Como pueden convivir en mi dos seres tan opuestos? ¿Como el ser de tan altos valores, el leal, el culto puede coexistir y darse la mano con ese otro yo voluptuoso y hambriento tan lleno de apetitos y necesidades básicas por satisfacer? ¿Cómo el uno, carcelero del otro, cede de pronto el uso de la razón y deja a su libre albedrío al otro en su desenfrenada bacanal? ¿Cuando el más se rinde ante el menos en ese tira y afloja de “necesito” versus “pienso”? Y entre ellos; ¿Qué pasa con el “siento” que no reclama un lugar? ¿Por que él que me enaltece se esconde y es tímido y vergonzoso, mientras que él que me veja y humilla hace gala de una personalidad que barre con honor y valores? Y al final ¿Cual es más mi naturaleza? ¿El uno o el otro? ¿Que es más noble? ¿Dar rienda suelta a la satisfacción de mis necesidades y apetitos o, contra natura sacrificar cordura en pos de volverme un ser superior que tal vez nunca sea digno de ser? Tengo una vida, tengo un momento. ¿Que es lo mas loa...

No soy muy asiduo a las compras, nunca lo he sido en realidad, no voy a malls, no visito grandes tiendas de departamentos, mucho menos las de exclusividades y me da flojera hasta ir al supermercado. No vitrineo, no comparo ni retengo precios, pero una vez que empiezo, difícilmente me puedo detener y termino gastando lo que no tengo en pequeños gustos que sumados, horadan mi presupuesto como lo haría una enfermedad o un accidente, para los que, de mas esta decirlo, nunca estoy bien preparado. Hoy fue un ejemplo perfecto de ello, después del trabajo me baje en el centro, pues necesitaba lo mas básico que alguien con cero pretensión puede necesitar: Desodorante, maquinas de afeitar y jabón. Los compre y como ya estaba en el centro pase por una vieja disqueria. Quería preguntar por un cassette (si, un cassette, por que se grabo muchos años antes de que existieran los CD y nunca se edito como tal), y la dependiente me dijo que ellos no lo tenían pero que conocía un señor que podía tenerlo...

Hoy lo vi, llevaba meses sin verle y meses temiendo al encuentro. Meses temiendo encontrarlo a la vuelta de cada esquina, meses con miedo a que mis rodillas temblaran, mi corazón amenazara con escapar por mi boca o mis piernas flaquearan frente a el, pero nada de eso ocurrió. El simplemente caminaba con la cabeza gacha, no se si por no verme a la cara o si por que ni siquiera noto mi presencia, pero así fue y yo le reconocí al instante, su parca negra, su pelo, su bolso del gimnasio que tan bien conozco y que tantas veces le vi ordenar por las noches mientras yo protestaba y lo apuraba para que viniera a meterse a la cama conmigo rápido, pero verlo de nuevo no genero ninguna de las reacciones esperadas, solo la sensación que habría sentido al ver una foto vieja y gastada de tanto mirar. De espaldas se veía cansado y triste, parece que tampoco han sido tiempos fáciles para el, contrariamente a todo lo que se puede deducir por los chismes que me llegan a su respecto sin cesar. Se veía...