Gloria Estefan: Con los años que me quedan, yo viviré por darte amor…

Era 1988 y yo tenía 11 años, como buen niño de esa edad y de provincia, no sabia mucho de nada, ya era muy grande para los toscos juegos infantiles de mis compañeritos, que en realidad nunca me gustaron mucho y muy chico para interesarme por cosas de adolescentes, así que, tal como ahora, mataba mis horas de ocio viendo tele.
En Coquimbo en esos años no había mucho de donde elegir: estaban el canal estatal (TVN), el canal de la universidad Católica (UCTV o Canal 13), y el canal regional (canal 8) que era un compendio de los canales de la Universidad de Chile, de la Universidad de Valparaíso y algún que otro programa de factura regional.
Era en ellos en los que para rellenar, (no ocurría mucho en esos años y mucho menos en regiones,) pasaban videos musicales. Usualmente no eran las canciones de moda, esas tardaban mucho en llegar en formato video al humilde canal, aunque las radios las tocaran una y otra vez, pero así y todo alguna pegajosa melodía lograba traspasar la barrera de la escasez de recursos y hacerse ver.
Fue en esos años que la vi por primera vez, cantando su “Oye mi canto”, con su traje rojo, sus rizos al viento, sus cejas gruesas y su lunar, era la mujer viva mas linda del mundo, según yo la mujer muerta mas linda del mundo era Vivien Leigh, y yo quería saberlo todo de ella.
Comencé a juntar peso a peso a fin de comprar cuanta revista o periódico la tuviera entre sus paginas, ya fuera en la portada, las paginas centrales o en el puzzle, y pasaba día con día fuera de la disquerías de la ciudad esperando que nadie comprara sus cassettes hasta que bajaran a un precio razonable para mi, por lo que terminaba comprándooslos casi siempre mas de un año y medio después de que habían sido lanzados y mas por cansancio o lastima del dependiente que me veía semana a semana parado en su vitrina mirando perplejo su imagen en la carátula.
Entre tanto fui creciendo y otros hilos comenzaron a mover mi vida, pero siempre, en cualquier momento, su foto en alguna revista o su voz en alguna canción me agitaban el corazón.
Sufrí con su accidente el 90, creyéndome culpable, pensando que mi mala suerte se le había adherido cuando me empezó a gustar, vibre el 96, al verla en las olimpiadas y me encolerice lo indecible por no estar en Santiago el 98 cuando vino de sorpresa a la teletón; pero aun entonces ella prometió volver y dar el concierto que nunca dio.
Hace unos días, el 15 abril, se presento en la ciudad, no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, en su único y ultimo concierto en Chile, parte del Latín American Tour, el Tour de la despedida, a precios exorbitantes que yo ciertamente no podía pagar, pero Luis me invito, se rompió el lomo trabajando para poder regalármelo y hacer, después de 20 años, mi sueño realidad
Esperamos juntos horas antes de que empezara, mientras la ansiedad me hacia temblar las piernas, hasta que se apagaron las luces y mi mente quedo en blanco.
Al principio me sentía raro, pese a mis crecientes nervios no podía recordar que diablos me gustaba tanto de ella, solo podía ver entre mis recuerdos la magnificencia de las aperturas de sus conciertos que había visto en esas regrabadas cintas de VHS que solía revisar una y otra vez, en las que bajaba bailando suspendida en bolas de disco desde el techo de los estadios y teatros o encabezando algún cuerpo de baile, pero aunque esta vez no empezó con nada de eso, sino con solo cuatro bailarines danzando en el escenario, al ver su sombra tras un tul y oír los primeros acordes de su voz, olvide todo el presente y lo que me rodeaba dejándome llevar por la música.
De pronto ya no estaba en “La Arena de Santiago”, sino nuevamente haciendo mis tareas, con la radiocasetera a un costado, esperando atento a que anunciaran alguna canción de ella en la radio, para apretar REC y grabarla, no sin antes haber dejado de poner cinta adhesiva en los agujeritos del cassette; o escondido, acurrucado bajo la escalera, llamando por teléfono sin que mi mama lo notara, fingiendo voces y nombres a fin de lograr hacer que la programaran en alguna radiestacion.
Recordé aquellos años en que robaba revistas de las consultas de los médicos o de las peluquerías de barrio para poder hacerme de esa fotito o de ese reportaje que pegaba en mi atesorado “Cuaderno de Gloria Estefan”, que entre tanto cambio y viaje se perdió; y entre canción y canción logre saltar en el tiempo, a cuando agarre la costumbre de vestirme pegando los ojos a la tele, esperando repitieran ese repetido video una y otra vez.
Gloria Estefan ya no es la belleza latina de antaño, la diva que conquisto al mundo y puso a ingleses y norteamericanos en fila bailando conga, ni me hace saltar de emoción cada vez que la veo en la tele o la escucho en la radio, pero es y será siempre parte de mis recuerdos y mi pasaporte a esos años en que mi única preocupación era que nadie notara en la consulta del doctor que arrancaba la hoja de esa tan leída revista o apretar “REC” a tiempo para lograr grabar bien esa canción…

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
:D

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