Cortos.-

Un Condenado Te Amo.-

Hace unos días vi una película en Cinemax. Un hombre, en un bar, en la noche, le contaba a una mujer que había conocido ahí, de su ya terminada relación con una ex novia (London) que se iba de la ciudad a la mañana siguiente a vivir a otra parte. En los recuerdos, se veían su amor, luego las peleas, las reconciliaciones y el tortuoso camino para llegar al quiebre. El tipo dolido, arrepentido y enamorado, termina de relatarle su truncado romance a esta mujer y ella solo atina a decirle “Ve a buscarla”; el sale corriendo, ya de madrugada camino al aeropuerto y encuentra a London, la detiene, comienza a pedirle que no se vaya, que aun pueden arreglar las cosas, que quizás con un poco mas de esfuerzo, pero London le dice que no hay ya nada que hacer, se da vuelta y camina directo al mesón para presentarle su pasaje a la asistente del aeropuerto. Desde atrás, el la mira y le dice: “Pero yo te amo”.
Ella, mira a la asistente, “déme un segundo” le dice, se gira, avanza unos pasos, se para frente a el, le toma la cara, lo besa y le dice “Es la primera vez que me lo dices”. Luego se aleja, vuelve al mesón, toma su pasaje, se va y su película termina.
No fue hasta ahí que comencé a pensar cuando había sido la ultima vez que me habían dicho “Te Amo” o que yo lo había dicho, y al comenzar a remontarme hacia atrás, llegue a Puerto Varas, y es que Ricardo fue el ultimo que me amo y al ultimo al que ame.
Lo triste de esto no es que desde eso sean casi dos años y medio; no es que en ese lapso haya habido personas a las que he querido mucho y que me han querido mucho, pero esos sentimientos nunca se volvieron amor; no es si soy o no digno de ser amado; no es si merezco o no amor; ni si seré capaz de sentir amor de nuevo alguna vez. Lo triste es, simplemente, que llevo más de dos años y medio sin sentir amor.



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Casados.-

Anoche Jaime se caso, fue un matrimonio con esfuerzo, hecho a pulso. No tuvo el lujo del matrimonio de la chica o del de la Magda, no hubo coordinadores, menú cinco estrellas, señoras rubias envueltas en seda y gasas, ni autos antiguos para el paseo marital.
El matrimonio de Jaime fue sencillo, en una capillita en Puente Alto y no el la iglesia capitalina de moda, los invitados eran amigos de los novios o familia cercana y no los parientes “que hay que invitar”. Fue chiquito, sencillo y alegre, con un cura que improviso y hasta bromas lanzo durante la ceremonia. Con niños correteando por los rincones y mucha cumbia y “la peineta” y “El galeón español”.
Anoche pude ver en los ojos de Carolina, vestida de princesa, que su sueño, como el de muchas mujeres, era casarse de blanco y en los de mi amigo Jaime que el de él era cumplirle sus sueños.
Vi en el papá de Jaime la satisfacción de ver a su hijo criado y esa sensación de “ya cumplí”; en la mamá de la Carola, el nerviosismo de cuidar cada detalle, lo que no la dejo disfrutar a cabalidad la fiesta, pero que tampoco le evito mover los pies al ritmo de un rock and roll; y en Ximena, que no adora a su cuñada, la felicidad pura y honesta de ver feliz a su hermano.
Anoche se caso Jaime y yo fui, y comprendí por que la gente se quiere casar, comprendí que el matrimonio es un sentimiento de alegría intimo que se quiere compartir y que no son solo la suma del tu y yo que se juntan, son el tu, el yo, los míos y los tuyos…


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Ricardo.-

En estos días he pensado mucho en Ricardo, tanto que soñé con el.
Yo despertaba, y el estaba en la cama conmigo, sentado viéndome despertar, como tantas mañanas en Puerto Varas, con su pijama y una sonrisa; yo me alegre tanto de verlo… le dije que lo recordaba mucho, que ya no sentía rabia con el, que era la persona a la que mas había querido y que me alegraba mucho poder hablar con el sin sentir rabia, rencor o angustia, que se le veía bien, que esperaba que estuviera bien, que me gustaría tanto hablar con el mas seguido, verlo, tomar té y que me contara sus cosas, que quería saber si era feliz, si estaba con alguien y si ese alguien había por fin logrado ser para el todo lo que yo no pude ser.
El me decía que sentía lo mismo por mi, que solo me deseaba que estuviera bien y que ojala fuera feliz, que ya no estaba dolido, que me quería, pero ahora su amor torrentoso era un cariño calmo y que me deseaba lo mejor.
Luego de ese sueño quise buscarle, llamarle y hasta se me paso por la mente ir a visitarlo cuando tenga posibilidad, pero ¿Qué derecho tengo?
¿Con que derecho puedo volver a irrumpir en su vida cuando el probablemente ya me olvido?, ¿Con que derecho le ofrezco mi amistad cuando el nunca quiso ser mi amigo?, ¿Con que derecho escarbo en heridas que costo tanto hacer cicatrizar?, ¿Con que derecho pongo patas para arriba de nuevo su cabeza?
Ojala Ricardo este como en mi sueño, contento, tranquilo y bien, pero supongo que eso es algo que tendré que suponer, por que es probable que su bienestar pase por el hecho de no saber nada de mi y haber conseguido con otro la paz que juntos no pudimos tener. Si su vida esta tan bien como imagino, mi intervención pasaría desapercibida y quizás pudiéramos por fin dejar todo atrás y comenzar esa amistad que tanto anhelo, pero si no, si esta bien, pero queda aun algún vestigio tormentoso de lo que sintió alguna vez por mi, no me perdonaría nunca ser el responsable de hacerlo sufrir otra vez.

Comentarios

Yde ha dicho que…
las sombras del pasado, eh? a veces es mejor dejarlas asi, en otras es mejor saber lo que se quiere saber porque sino la tortura es mayor.

pero se que terminaras haciendo lo mejor!

Abrazos.

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