“Mi familia es chiquita y esta rota, pero es mi familia y la familia nunca se olvida…”

El empeoramiento de la salud de mi tía Sonia, ha tenido como consecuencia indirecta, el fortalecimiento de los lazos familiares. Es así, como después de un par de años de no vernos, me reúno nuevamente con mi primo Andrés, el único de los tres hijos de mi tía que vive en Santiago.

Mi hermano, por su parte, hace lo propio con el Moncho y con el Pablo en Coquimbo, aunque ellos siempre fueron mas unidos entre si. Por otro lado, mi mamá y mi abuela, la llaman a ella, mi tía Sonia, claro esta, a diario, como no lo hacían desde la separación de mis tíos.

Es cierto, mi núcleo familiar es muy unido, mi papá, mamá, hermanos (el Marco y la Negra), mi “Mami” y yo mismo, pese a todo, a la distancia, a los intereses, a los ideales y sueños de cada cual, a estar de acuerdo o en desacuerdo, a estar enojados o contentos, a estar alegres o tristes, a la etapa de la vida que estemos recorriendo, siempre estamos juntos y apoyándonos los unos con los otros. Esto antes se extendía a “TODA LA FAMILIA”, es decir tíos, tías, sus respectivas parejas y primos. De cierta forma aun es así, todos nos preocupamos de todos y nos ayudamos de algún modo y en la medida de lo posible.

El caso es que con mis primos, Andrés, Moncho y Pablo, los hijos de mi tía Sonia, el lazo era mas fuerte que con ninguno, pero se había roto hace años, cuando cada cual tomo el rumbo de su propia vida y comenzó a vivirla de la manera que a cada cual le parecía mas apropiada. No fue hasta ahora que nos reencontramos, y el lazo roto de pronto esta intacto, tal cual como lo dejamos cuando nos dijimos lenta y silenciosamente adiós.

La reflexión es: “La misma crisis que esta destrozando a “la familia”, el cáncer terminal de mi tía, es lo que nos ha vuelto a unir como familia en el corazón, y sea como sea, eso, para mi tía, en sus últimos días, es un gran consuelo”.