No es mi intención hacer alarde. Anteayer fui al concierto de "Robbie Williams" y aunque no soy gran fanático de él, el estar ahí anoche fue una de las cosas mas emocionantes que he sentido.
Hace unos días fui a Estación Central, tenia que hacer hora para esperar a un pasajero que llegaría en el bus de las 19:30 hrs. Como me fui hasta allí directamente de mi trabajo, llegue casi con una hora de anticipación y a fin de matar un poco el tiempo empecé a vitrinear. A los pocos minutos ya había recorrido y apreciado todo cuanto se podía ver en el lugar que me pudiera interesar y había comprado en mi mente zapatillas, jeans, poleras y polerones. A tanto llego mi holgura de tiempo que hasta calcule mi presupuesto del mes siguiente y calcule que apretándome un poco hasta podría volver después de mi fecha de pago a comprarme un par de pantalones o algo que calzar durante el verano, artículos ambos, que me urgen, pero que en pos del ahorro que comencé hace unos meses a fin de abrazar mi tan anhelada y postergada independencia habitacional, tendré que adquirir por capítulos, como las series de TV que tanto me gustan ver. Con tiempo de sobra aun, decidí visitar ªHomecenter” y admira...
A veces me pasa, sobre todo cuando hay poca gente, a esa hora en que recién empiezan a llegar los clientes, que, al dejar las cartas sobre la mesa o al tomar los pedidos, me parece ver que algún desconocido me mira de manera curiosamente familiar y me pregunto si será el y trato de ver algún signo que me diga “si soy yo, tenia curiosidad y te vine a conocer”, y espero en vano, mientras anoto en una hoja los tragos de los comensales, a que el desconocido me pregunte “Tu eres Mauricio ¿No?, yo soy Mauro T.”, pero eso nunca pasa y la noche avanza, el ritmo del trabajo me absorbe, el show termina, la barra se cierra y poco a poco las mesas se van quedando vacías. Entonces se van todos y nos vamos quedando solos los mismos de siempre, dándonos animo para tomar el tranco hacia la casa. Y se me olvida y sigo cada día como si nada, hasta que de tanto en tanto me encuentro con un sencillo y amigable mensaje de el en mi blog y se renuevan en mi las ganas de invitarle ese café que nunca le he po...
Hace ya días Enrique, en medio de la charla, me ha soltado que yo no tengo corazón y yo, desde el momento en que pude percibir la mueca que comprimió mi rostro, no he podido sacarme esas palabras de la cabeza y ahora “tu no tienes corazón, tu no tienes corazón” se repite una y otra vez con su cantaleta burlona en mi mente. Esa frase que yo mismo usaba con orgullo para definirme: “Yo no tengo corazón” ahora se ha vuelto en mi contra. Salte raudo en mi defensa con la misma broma trillada que he usado siempre: “Si tengo, lo que pasa es que no lo uso”, pero la broma esta vez no fue graciosa, las palabras me dejaron mal sabor y me arrepentí de haberlas dicho apenas salieron de mi boca. Enrique noto mi titubeo y al otro lado del teléfono me dijo: “lo que yo creo es que alguien te hizo sufrir mucho una vez y por eso eres así...” y yo solo podía pensar en que efectivamente sufrí mucho una vez y en que me jure que nunca volvería a sufrir así, pero ya no podía recordar quien me hizo el daño...
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