Hermanos (En lo bueno y en lo malo)

Nunca hasta hace unos pocos días atrás había sopesado de un modo tan tangible el costo de mi partida de la casa paterna y de Coquimbo; por que si bien muchas veces me han dicho que no termine la carrera, que ahora estaría mas estabilizado, que no habría pasado ni pasaría tantas “pellejerías”, que me convertí un poco en la oveja negra de la familia y a ratos en una preocupación para mis padres, yo todo lo justificaba con la certeza de que no seria hoy quien soy si no fuera por que a mis 22 años tome la decisión de partir siguiendo la premisa de cargar con mis propios logros, errores, sueños y desengaños en lugar de cargar con los de los demás; y es que para mi habían sido tiempos difíciles, el cáncer de mi abuelo materno nos había obligado como familia a desdoblarnos para atender dos casas; teníamos que turnarnos, por un lado mi hermano y yo y por el otro mis papas y mi hermana para, día por medio, hacer guardia en casa de mis abuelos y no dejar sola a mi abuela que estoicamente soportaba los embates de la enfermedad de su marido.
En aquella época yo estudiaba en la universidad de La Serena y trabajaba como recepcionista en unas cabañas de turismo ubicadas en Peñuelas y como nunca tenia la certeza de que me depararía el día siguiente respecto de mi rutina diaria, ya que trabajo y estudio eran mis únicas constantes ciertas, tenia toda mi ropa en la bodega de las cabañas y me cambiaba allí; además, por la peculiar estructura familiar, con un papá que aunque apoyador por un lado resentía la vida que estaba llevando y no atinaba a ponerse los pantalones, dejando todo el peso de las decisiones importantes a mi mamá y siendo yo el hijo mayor, el nieto regalón y el hermano mas grande, me vi de pronto ungido con mas responsabilidades de las que había llevado sobre mis hombros hasta ahí y ya no era solo el estudiante destacado o el trabajador responsable, también tenia que ser el confidente de mi abuela, que no quería sobrecargar mas a mi mama, en vista de lo complicada que la veía tratando de compatibilizar sus roles de esposa, hija y madre, ni preocupar a sus hijos, mis tíos, que estaban lejos.
Por otro lado me toco ser el pilar emocional de mi mamá, que en mi papá solo veía reproches; la figura paterna de mi hermana, lo cual en realidad era un placer y seguramente también lo mas parecido a un sentimiento paternal que voy a ser capaz de experimentar en la vida, aunque debo hacer un mea culpa respecto a mi hermano, Marcos, que si bien vivió menos responsabilidades, no logro desligarse del abandono forzado en que lo puso nuestra delicada situación familiar, sumado al hecho de ser “el hijo del medio”.
Luego de fallecer mi abuelo las cosas no mejoraron mucho, pase de ser un alumno con excelencia a ser uno corriente y algunas veces hasta mediocre, mi abuela se fue a vivir a nuestra casa, donde vimos generarse un nuevo conflicto: una casa con dos amas de casa, una que había llevado la propia por 40 años y no se acostumbraba a las usanzas de los cohabitantes que el destino le ponía en el camino y otra que llevaba la propia desde hace mas de 20 años y que de pronto veía su independencia adulta subyugada por tener nuevamente a su madre al lado. Contrario a la creencia popular, mi papá encontró en mi abuela una aliada, un poco por que compartían el gusto por la cocina y las comidas caseras y un poco por la necesidad y costumbre de mi abuela de atender durante décadas a mi abuelo y hoy no tener que hacer.
Entre mi hermano y yo se alzo más alta la brecha que nos separaba, si bien nunca nos faltamos respecto del cariño, si muchas veces en cuanto al entendimiento y los intereses, para más remate las dudas respecto a mi sexualidad se volvían certezas a los brazos de Ricardo, en mis escapadas mensuales a Pto. Varas.
… Y me llego el momento, el momento de decidir que camino tomar, yo consideraba que ya me había probado a mi mismo mi carácter, de que madera estaba hecho y mi inteligencia. Académicamente hablando sentía que había hecho lo que había querido, lo mismo ocurría con la universidad, había conocido gente, había viajado y vivido en el extranjero gracias a ella, y sentía que ya no me podía ofrecer mas que un cartón y aun mas responsabilidades de las que ya tenia.
Sintiendo que había una vida por descubrir, junte cuatro piltras y me fui, con la inconciencia y coraje que entrega el primer amor y sin reparar en lo que dejaba atrás; ya había vivido por ellos, ahora me tocaba vivir por mi.
En mi absurdo egoísta y frío plan de escape, no repare en que para el día que compre mi pasaje, mi papa estaba hospitalizado por una operación ambulatoria, pero operación al fin y al cabo, ni en que mi mamá se quedaba sumida en la mas absoluta soledad, pero aun en ese momento de crisis tuvo la claridad para decirme: ”Si tu crees que eso te va a hacer feliz, ve, pero no dejes de llamar dos veces por semana”, quizás intuyo que mi decisión ya estaba tomada y que era mejor tenerme lejos que perderme. Mi papá, a la mañana siguiente, cuando fui a despedirme de él al hospital solo atino a preguntarme si estaba seguro, a decirme que su casa era mi casa, que volviera cuando quisiera y que me cuidara. De las reacciones de mis hermanos no tengo recuerdos, quizás Marcos sentía el peso y la carga que se le venia encima, pero yo consideraba que bastante tiempo se había librado de ello y mi hermana, la negra, queriéndola como la quería, no dejaba de ser una niña: ¿Que podía saber ella? Lo curioso es que hace unas noches, hoy que ya tiene 21 años, me di cuenta de que sabe muchísimo mas que yo de algunas cosas y de que siempre va a ser mi niña, la que tomaba en los brazos y hacia girar, la que se escapo gateando la vez que la quise mudar ensuciando todo a su paso, a la que lavaba la cara cada mañana y mas de una vez le di de comer en la boca.
Fue precisamente en mi ultima visita a Coquimbo, unos días atrás, que jugando con ella, pese a mis 31 y a sus 21 quise hacerle una broma pesada y le pregunte con el sonsonete infantil y tonto que usamos cada vez que nos traveseamos uno al otro “¿Quién es tu hermano favorito de todo el mundo?”, seguro de mi triunfo tantas veces ganado, pero esta vez algo cambio, fue un poco su forma de mirarme, otro poco la entonación de su voz, pero al modular ese “hay, para que preguntas esas cosas”, otra respuesta en su pecho de ahogo, sentí como una bofetada su omitiente respuesta y vi que si yo estuve ahí sus primeros 11 años, fue mi hermano Marcos quien estuvo los restantes 10, y mas allá de mis visitas graciosas y los regalos suntuosos que le envíe en mi ausencia cada vez que pude en mis años de vacas gordas, ni las muñecas ni las mesadas reemplazaron al hermano mayor que yo no supe ser y que mi hermano aprendió a reemplazar.
Y pensé entre el dolor y la rabia de mi orgullo herido: “Si ella supiera lo que me a tocado pasar”, y ella debe pensar: “Si él supiera lo que pase yo.


Comentarios

mauro ha dicho que…
gracias por compartir la historia.
Mauro L. ha dicho que…
Ahora sabes por que no escribi apenas llegue de Coquimbo.

Entradas populares de este blog

La Blanca Navidad llega…

Berta

“Orgasmo” o “Fragmento de una conversación picara”