“Carta a Cristian”, “Bitácora de unas vacaciones forzadas” o “De vuelta a casa”.

Santiago, 8 de Febrero de 2007.

Hola, en realidad no se muy bien que contarte, por que no es mucho lo que he hecho por acá, salvo comer, dormir, leer e ir un par de veces a la playa, solo te puedo decir que me he sentido algo incomodo aquí, porque pese a que estoy en mi casa, ya no es mi casa, es la de mis papas, y aunque nadie me lo hace sentir, yo lo se y lo siento así.
La familia, toda bien, mi hermano, que estuvo trabajando durante el verano en Ovalle llego ayer o antes de ayer y aunque no hemos tenido oportunidad de hablar mucho, me dice que esta bien y se le ve contento.
El fin de semana llega mi tío de Suecia, lo que supone un trancito constante de gente en mi casa, que se vuelve algo así como el centro de operaciones de “la familia Jeraldo”, por que como mi abuelita vive con nosotros, toda la actividad, léase “comilonas”, se concentran aquí, ósea: FIN DE MIS “OBLIGATORIAS” VACACIONES, ya que a partir de esa fecha, el día empieza con idas a la feria, la caleta, el mercado o el supermercado y conversaciones en la cocina, mientras todos, visitas o no, colaboran con algo, ya sea fileteando pescado, aliñando la carne, pelando papas, picando lechuga o desgranando choclos, mientras nos sale lo italianos por los poros.
Generalmente la conversación se centra en la critica a alguno de los presentes y en hacer asomar los mas diversos sentimientos de culpa por los acontecimientos mas ridículos, como quien quiere más a quien, quien no llamo a quien para el cumpleaños, quien le regalo que a quien, o cosas por el estilo, además del obligatorio viaje al “rincón de los recuerdos”, que es cuando todos empiezan a recordar las tonteras mas obsoletas que ocurrieron hace siglos, como por ejemplo, mis tíos a mi abuela:
_Mami, se acuerda cuando estaba chico y me pego con el cordón de la maquina de cocer.
O mi hermano:
_Mamá, se acuerda cuando el Mauri quebró el florero y me hecho la culpa a mi y usted le creyó a el y me pego…
Pero como somos democráticos, generalmente nos turnamos para recibir las críticas, que suelen ser las mismas siempre, y así, para la hora de almuerzo, ya todos hemos pasado por la humillante sesión y hemos tenido derecho a los descargos respectivos.
El almuerzo es otro acontecimiento; se come por turnos, primero los niños, después los grandes, con mi mama y abuela pululando alrededor de la mesa a cada momento para ver que a nadie le falte nada en el plato y que los vasos estén siempre llenos, generalmente, solo para quejarse luego de que alguno de mis tíos, primos o mi papá tomo mas de la cuenta. Todo esta rutina de mi Abuela y mamá es realmente es inútil, por que cada quien no solo esta pendiente de su plato, sino que también de el del lado y los vasos se van llenando por obra y gracia del mano a mano, así que no es curioso ver, mientras uno entierra el tenedor en el pastel de choclo o agarra el pollo con una mano, que con la otra eleva la botella de vino, bebida o la fuente con ensaladas para que así alguno de los comensales se sirva. Una vez terminado eso, viene la sobremesa, que suele extenderse hasta bien entrada la tarde y que se interrumpe solo por tres motivos: La siesta, el lavado de platos, que afortunadamente solo hacen las mujeres, o las onces, después otra sobremesa y luego todo se levanta hasta el otro día donde el ritual comienza nuevamente desde el principio.
Ufff, que desahogo.
Respecto de ti. Quiero agradecerte mucho tu preocupación y confesarte que, honestamente he pensado mucho en ti, incluso mas de lo que yo mismo hubiera creido, lo que no se que tan bueno sea, considerando que el panorama para mi, en todo sentido, se pinta incierto a mi regreso a Santiago y no voy saber muy bien a que atenerme. Por ahora solo puedo decirte que no tengo nada claro y que, por lo tanto, no quiero ni ilusionarme ni ilusionarte.Bueno, eso seria, estamos en contacto. Saludos desde la provincia de Coquimbo, Un abrazo y mis mejores deseos, Mauro

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