Luna Nueva (Libro Nuevo)


Es de noche y leo “Luna Nueva”, la consulta de un paciente ha sido lo único capaz de abstraerme de la lectura, justo cuando corría por un sendero oscuro que separaba la casa de Jacob de su garaje. Ha sido extraño, como despertar de un sueño o ser teletransportado. Solo me he dado cuenta de que estaba en medio del condado de Forks cuando me han traído vuelta a la realidad, pero aun ahora que escribo estas líneas el verde del musgo pegado a las rocas, los árboles frondosos de cortezas rugosas, la humedad espesa y la oscuridad me parecen mas reales que la luminosidad fluorescente de la sala de espera y la titilante pantalla del ordenador y es que cuando leo, todo lo que me rodea se diluye, e inclusive ahora, que he aprovechado la escasa gente presente y he conectado los audífonos de mi teléfono para escuchar música (y evitar la conversación de mis colegas), esta no es mas que un eco lejano cuando mucho, aunque esta vez, la experiencia de leer, ha sido sazonado por un ingrediente extra: Leo un libro nuevo.
Generalmente, como bien sabes, leo libros de segunda mano, o hasta de tercera o cuarta; en parte por que puedo darme ese lujo sin sacrificar otras áreas de mi vida, como el comer o vestirme, pero también por el gusto de disfrutar las historias contenidas en el libro y compartirlas con los lectores anteriores; no es raro, que además de apreciar los pliegues de las hojas, la textura de las tapas y su olor, ese olor inconfundible a libro viejo, mezcla de madera y humedad, de vez en cuando me detenga a imaginar a los lectores antiguos y primeros y así a mezclar las emociones de los personajes, con las que imagino que sintieron esos lectores que invento en mi mente y con las mías propias ante la lectura.
El rito es simple, en mi librero casi todas las historias son conocidas, si no las he leído, por lo menos he averiguado de que tratan, entonces, me pongo de pie frente al librero, me evalúo a mi mismo, basado en el momento que este viviendo y luego, aprieto los ojos críticamente mientras recorro con mi dedo uno a uno los libros contenidos en mi viejo mueble de madera rojiza casi escuchando sus voces interiores y preguntándome: ¿Como necesito sentirme? ¿Que necesito sentir? ¿Que quiero sentir?... Mi escrutinio solo se detiene cuando encuentro al elegido, mas por asar e intuición que por la infalible precisión de mi método.
El proceso de lectura casi siempre es fácil si la primera línea es buena; como con “Lo que el viento se llevo”: “Scarlett O`Hara no era hermosa, pero los hombres no alcanzaban a percatarse de aquello cuando ya caían presos de su embrujo...” o como una mas clásica si se quiere; la de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, que reza: “En un lugar de la mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...”; pero si la primera línea no es buena o no me atrapa, el libro es condenado a volver a su anaquel o a ser leído con desgano desde el comienzo, aunque debo reconocer que cada vez es mas raro que deje un libro a medias, salvo contadas excepciones, desde que me di cuenta de las muchas cosas que jamás terminaba y siempre dejaba a medias en mi vida y decidí que los libros y películas no serian una de ellas, por lo que, generalmente, una vez que lo retiro del librero y me embrollo en el, es como una condena o un matrimonio: ya ni modo de dejarlo; pero volviendo a mi tema, teniendo el libro en mis manos, acaricio sus tapas, lo abro y huelo sus hojas, es entonces cuando de verdad se obra la magia, por que como un conjuro empiezo a leer el voz alta, fuerte, clara y limpiamente esa primera línea, para poco a poco ir bajando en intensidad el volumen de mi voz, a la vez que el lugar en el que estoy comienza a girar rápidamente, hasta casi producir un vértigo y los limites y contornos de las cosas se disuelven, se diluyen, para hacer surgir de esa maraña de colores y formas un nuevo escenario, en el que al principio me encuentro viendo desde lo alto, lejanamente, hasta que ya involucrado en la acción y en los diálogos me vuelvo parte de ellos, de la historia, como un confidente discreto, como una sombra o como un fantasma. Lo curioso es que rara vez soy conciente de ese proceso.
“Luna Nueva” se estaba tardando en llevarme a su mundo, lo que la verdad no me preocupaba en demasía, hay libros que simplemente no consiguen hacerlo nunca, pero quizás la similitud de los paisajes descritos en la historia con los que vi durante mi residencia en Puerto Varas, lo han logrado, mas que la historia en si, aun así, en determinados momentos, me ha maravillado lo extraño que se ha hecho a mis dedos la suavidad satinada de su portada y la blanca frescura de sus hojas castas al ser volteadas por mi, tanto me ha llamado la atención que he acercado mi respingona nariz a ellas para olerlas profundamente, cerrando los ojos para acentuar la sensación y perpetuar el recuerdo, para oler ese olor extraño a velas de vainilla y a tinta fresca. No pude recordar cual fue el ultimo libro nuevo que tuve, nuevo en el mas literal sentido de la palabra, nuevo al punto en que lo desvirgue al romper furioso y torpemente el plástico que lo protegía del ambiente. Entristecí un poco al recordar ese día; de uno u otro modo yo sentía que era antinatura tener a un libro embalado en nylon, ahogado, imposibilitado de cumplir su fin ultimo que es el de ser leído y apenas tuve oportunidad, apenas me lo diste lo libere, si hubiera sabido lo que eso implicaba, hubiese sido mas sutil, mas suave, mas cuidadoso, hubiese tratado de perpetuar el proceso, de atesorar el recuerdo, pero fui tan brutal y rápido... hoy me arrepiento.
Ya son las seis menos veinte, la luz del sol empieza filtrarse por los grandes ventanales, inundándolo todo e iluminando los sombríos pasillos de la clínica. Comienzan a llegar los pacientes nuevamente; la vida vuelve a adueñarse de todo y la responsabilidad y el trabajo vuelven a adueñarse de mi; tengo que dejar de escribir, pero me queda tanto por decir, tanto por contar, pero ni modo, nada que hacer; quizás en otra carta, quizás en otra noche...

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