Vigilia.



En mitad de la noche tuve una revelación y en la penumbra de la habitación pude ver que me encontraba fuera de lugar, con ese cuerpo caliente que retozaba a mi lado, tan cerca y tan lejos a la vez…
Si tuviera que describirlo en una palabra, diría que es “encantador” en el más amplio sentido de la palabra; a su haber su aspecto, su sonrisa, su cuerpo, su cultura, su amena charla, su compañía, todo en él esta creado para envolverme, para hacerme caer.
Cinco han sido las batallas con el entre sabanas emprendidas, la primera por curiosidad, la segunda por gusto, la tercera en mis dominios, para mostrarme yo, la cuarta para romper su hechizo y la quinta para matar la ultima duda.
Gracias a Dios por mis heridas de guerras pasadas, por que solo así he llegado a descubrir los riesgos de mis caminos presentes. Se que lo importante no es tanto el no caer como el saber levantarse, pero a estas alturas no creo poder arriesgarme a una nueva caída.
¿Por qué estar en la cama de alguien tan ajeno pudiendo estar en la de alguien que me quiera? No encuentro ninguna razón convincente, así que de espalda y mirando el techo, aguardo que las luces del amanecer se cuelen por la rendija que deja ver la cortina.

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