Ya no son 28...
Cuando comencé este blog me lo cuestione, pero debido a la falta de imaginación del momento, opte por “28 en Santiago” como nombre, un nombre intrínsicamente finito y que caduco el pasado 30 de Mayo. Desde que deje de escribir hasta acá, mis lustros son 29 y no ya los mentados 28, diferencia que poco a poco se va haciendo sentir y me hace meditar el hecho que estoy pisando los 30 y de ahí a los treinta y tantos… Un paso (o un año, que como ya sabemos, pasa volando). Lo desagradable no son solo las bromas típicas de los amigos y amigas menores, que te tildan de viejo aunque tu diferencia de edad con ellos se limite a unos pocos días o no haber tenido un hijo, (tengo serias sospechas que eso nunca va a ocurrir,) plantado un árbol o escrito un libro, sino también el indetenible proceso de envejecimiento (si, a los 29 ya no se crece, se envejece), y los cambios que en ti conlleva, la mayor dificultad en controlar los kilos, el aparecimiento de pelos en los lugares mas inesperados y la paul...