Conversaciones.


Hace ya días Enrique, en medio de la charla, me ha soltado que yo no tengo corazón y  yo, desde el momento en que pude percibir la mueca que comprimió mi rostro, no he podido sacarme esas palabras de la cabeza y ahora “tu no tienes corazón, tu no tienes corazón” se repite una y otra vez con su cantaleta burlona en mi mente. Esa frase que yo mismo usaba con orgullo para definirme: “Yo no tengo corazón” ahora se ha vuelto en mi contra.
Salte raudo en mi defensa con la misma broma trillada que he usado siempre: “Si tengo, lo que pasa es que no lo uso”, pero la broma esta vez no fue graciosa, las palabras me dejaron mal sabor y me arrepentí de haberlas dicho apenas salieron de mi boca. Enrique noto mi titubeo y al otro lado del teléfono me dijo: “lo que yo creo es que alguien te hizo sufrir mucho una vez y por eso eres así...” y yo solo podía pensar en que efectivamente sufrí mucho una vez y en que me jure que nunca volvería a sufrir así, pero ya no podía recordar quien me hizo el daño, por que, ni cuanto fue lo que me dolió.

Seguramente Carlos me pillo volando bajo ese día, de otro modo no me explico la innecesaria sinceridad en mi respuesta:
_ ¿A que le tienes miedo?, pregunto.
_ Cuando niño, a la locura, siempre supe que era distinto a los demás, que mi cabeza no funcionaba igual, quiero decir, y por ello muchas veces temí estar volviéndome loco, mi consuelo era que siempre dicen que los locos no son concientes de su locura y que, por lo tanto, si yo creía estar volviéndome loco, debía ser señal inequívoca de mi cordura.
Cuando llegue a Santiago, temía a la indigencia, nótese: no a la pobreza. Sentía, después de mi fracaso en Puerto Varas, que había echado a la basura todas las oportunidades que tenia de ser alguien en la vida. Había cambiado el sueño de ser profesional por la felicidad del amor y al final había quedado con las manos vacías, estaba solo en una ciudad nueva y si no encontraba trabajo y al no permitirme volver a Coquimbo ese podía ser mi destino y mi condena. Siempre creí que todos los mendigos alguna vez tuvieron familia y casa y la perdieron. Tenía miedo de que eso mismo me pasara a mí.
Ahora al dolor, le dije para finalizar, y en cuanto lo exprese me di cuenta de la verdad inconsciente que llevaban mis palabras. Quizás eso explicaba mi actuar actual, por eso nunca me permito estar enfermo, por eso ignoro cualquier síntoma o molestia física hasta que esta se desvanece o me tumba, quizás por eso no me permito sentir nada ni involucrarme con nadie, así nunca mas nada ni nadie me hará sentir dolor. Claramente fracase en eso también.

El ultimo correo de Iván tenia una frase que se me quedo grabada a fuego en la mente: “eres capaz de hacer soñar a otros con tus propios sueños...” Curioso, pensé, que el crea que alguien sin sueños pueda hacer soñar a otros.

Comentarios

Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo ha dicho que…
te quero mucho, tengo ganas de verte u.u
meticha
Anónimo ha dicho que…
ME ENTRETENIA MUCHO ESTE BLOG, YA HACE MUCHO QUE NO SE LEE NADA ACA, ESTARAS VIVO O DEJÓ DE ESCRIBIR,
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

Entradas populares de este blog

La Blanca Navidad llega…

Berta

“Orgasmo” o “Fragmento de una conversación picara”