"Carta a Iván" o "Viernes"

Iván:
Anoche, en tu mensaje me has pedido que te envíe una de las cartas a tu mail, tarea nada fácil, no solo por que me obliga a la labor de transcribirla, sino que son tan distintas, tan bellas y emotivas una de otra que creo que es un desaire a las mismas y al sentimiento que alguna vez les impregno el escritor, destacar a una por sobre otra, pero aun así lo he hecho y te he remitido dos de ellas en correos anteriores.
Por mi parte, yo, sentado en mi escritorio y sin mucho mas que hacer, salvo mirar pasar lentamente las horas y, basándome en tu continuo “me gusta oírte hablar”, que aun no me creo del todo, a falta de un mejor auditorio, he decidido contarte de mi día de ayer. Seguro estoy de que no tendrás ocasión de leer esta carta antes de tu regreso, pero la verdad, tampoco espero respuesta y me imagino que, en una ciudad para ti nueva y con el escaso tiempo que tienes para recorrerla, el tiempo no será algo que te sobre.
Bueno, como ya te había dicho, el plan inicial era reunirme con Rodrigo y Fernando a las 18:30 para ir al cine, lo cual, después de la llamada de mi jefe solicitándome que fuera a supervisar al Estadio Nacional y ha hacer entrega de la recaudación del día a la empresa de valores, en principio, deseche; pero mientras trataba de ubicar a los chicos para avisarles que no llegaría a la hora acordada, se me ocurrió, en lugar de cancelar la cita, solo reprogramarla para las nueve menos diez.
Así, saliendo de mi trabajo a las cinco y quince, tuve que ir al local del Florida Center, que fue cuando me llamaste, a buscar depósitos bancarios, luego en metro hasta Irarrázabal y por ultimo en micro hasta el estadio, para ese entonces ya llovía copiosamente y el frío arreciaba, pero ya me había lamentado lo suficiente durante la tarde por no poder ir al cine y, como suelo hacerlo, a esa hora y con la decisión tomada, ni el frío me haría vacilar.
Llegue cerca de las 6 al estadio, conté los dineros, cuadre la caja, hice el deposito y me quede esperando a Prosegur, los minutos se me hicieron eternos, pero al fin llegaron y corriendo bajo el agua (para variar olvide mi paraguas en el departamento), tome una micro, nuevamente el metro y baje en Bellas Artes, al notar que eran recién las ocho de la noche y que faltaban 50 minutos para que mis compañeros llegaran al cine. Para matar el tiempo, acerté a entrar en un café, tome un te rojo con cerezas y saque mi libro, la tetera de se te me hizo poca, pero me calentó y me sirvió para bajar revoluciones. Absorto en la lectura, se me paso la hora, y para cuando mire el reloj de mi  teléfono, ya iba, si no atrasado, muy justo. En mi apuro metí el pie en un charco y manche mi pantalón además de que moje mis calcetines, pero logre llegar a tiempo, puesto que Fernando ya me esperaba y a los pocos minutos llego Rodrigo.
Ellos compraron los ticket mientras yo compraba un paquete grande de palomitas de maíz dulce que, era que no, me comí casi por completo.
De la película, que te diré, supero con creces mis expectativas, si bien ya había visto las primeras dos partes, poco recordaba de ellas, y quizás en ello se base mi percepción de que ha sido la mejor de las 3, divertida para grandes y chicos y emotiva en extremo, con decirte que casi me deshidrate llorando mas patéticamente que cualquiera de los mocosos que nos rodeaban, lo bueno, con todo y todo es que me sirvió de desahogo después de la semanita que he llevado y que, por no ser los chicos mas que compañeros casuales en el cine, no sentí ninguna vergüenza, además, Rodrigo, lloraba tanto o mas que yo.
Al salir, se me ocurrió ir a tomar un café al bellas Artes. La noche estaba exquisita y ya solo caía una fina garuga, por lo que caminar mientras comentábamos la película fue simplemente delicioso.
Para desgracia de los chicos, a esa hora, ya bordeaban las once y medias de la noche, estaba todo cerrado, así que aproveche de llevármelos a mi casa y con excusa del frío, los utilice como conejillos de indias para por fin preparar mi chocolate caliente con coco y canela, que dicho sea de paso, resulto ser un éxito.
Se fueron cerca de las dos y media de la noche, entre conversas y música, pero honestamente, aunque la compañía era grata, ya no hallaba horas de que lo hicieran, puesto que el sueño ya estaba por vencerme, de plano tal, que me tire a la cama y no supe mas de mi hasta hoy.
Espero que tu viaje y tu estancia sean agradables y que te de la paciencia para leer esta larga carta. Un abrazo y los mejores deseos para tu regreso.
Mauro.



Bonus Track: “LOS OTROS DOS CORREOS”

Correo 2: De Virginia Woolf a Leonard Woolf.
El día que se suicido al lanzarse a un río.


Querido:
Estoy segura de que, de nuevo, me vuelvo loca. Creo que no puedo superar otra de aquellas terribles temporadas. No voy a recuperarme en esta ocasión. He empezado a oír voces y no me puedo concentrar. Por lo tanto, estoy hacienda lo que me parece mejor. Tú me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todo momento lo que uno puede ser. No creo que dos personas hayan sido más felices hasta el momento en que sobrevino esta terrible enfermedad. No puedo luchar por más tiempo. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y lo harás, lo sé. ¿Te das cuenta?, ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer. Cuanto quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte… que todo el mundo lo sabe. Si alguien podía salvarme, hubieras sido tú. No queda nada en mí más que la certidumbre de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.
No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido.
V.




Correo 1: De James Joyce a Nora Bernacle Joyce.

6 de agosto de 1909
44 Fontenoy Street, Dublín
Nora, ni yo ni Giorgio vamos a ir a Galway.
Voy a renunciar a los asuntos por los que vine y que esperaba que pudieran mejorar mi posición.
He sido sincero en lo que te he dicho de mí. Tú no lo has sido conmigo.
Cuando solía encontrarte en la esquina de Merrion Square y pasear contigo y sentir tu mano tocarme en la oscuridad y oír tu voz (¡Oh, Nora! Nunca oiré otra vez esa música, pues nunca volveré a confiar), cuando te encontraba noche por medio tenías una cita frente al Museo con un amigo mío, ibas con él por las mismas calles, siguiendo el canal, pasada la “casa de las escaleras”, a lo largo de la orilla del Dodder. Te quedabas con él:
él te rodeaba con su brazo y tú inclinabas tu cara y le besabas.¿Qué otra cosa hacían juntos? ¡Y a la noche siguiente me encontrabas!
Lo he oído de sus labios hace sólo una hora. Mis ojos estaban llenos de lágrimas, lágrimas de tristeza y mortificación. Mi corazón, lleno de amargura y desesperación. Sólo veo tu rostro al inclinar separa encontrarse con el otro. Oh, Nora, compadécete por lo que ahora estoy sufriendo. Lloraré días enteros. Se ha roto mi fe en el rostro que amaba! Oh, Nora, Nora, apiádate de mi pobre desdichado amor. No puedo llamarte con ningún nombre querido pues anoche supe que el único ser en quien creía no me era fiel.
¿Se ha acabado todo entre nosotros, Nora?
Nora, escríbeme, en consideración a mi amor muerto. Los recuerdos me atormentan.
Escríbeme, Nora, te amaba: y tú has roto mi fe en ti.
Oh, Nora, soy desdichado: Lloro por mi desgraciado amor.
Escríbeme, Nora.
JIM

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